El último trimestre

 

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Cartas a palacio, de Jorge Díaz Cortés cuenta la creación de la Oficina Pro Cautivos (un hecho histórico real) por parte de Alfonso XIII (hasta los relojes parados dan la hora bien dos veces al día) durante la Gran Guerra en una novela de múltiples y dispares personajes cuyas vidas se van cruzando en distintos lugares de Europa. No me acaba de enganchar del todo la forma en la que escribe, pero la historia me entretuvo mucho y aunque algunos detalles son previsibles, merece la pena.

Atrapada en 1800, de Marisa Sama, no es mucho más que lo que cuenta en el título, una novela de aventuras sobre una joven ingeniera que participa en un proyecto que debe durar unos pocos días en el Madrid de 1800… pero algo sale mal y la prota se tiene que quedar durante un tiempo indefinido. Hay malos malísimos, galán guapísimo y misterioso, intriga, todo muy predecible…. No es una gran novela, que además acaba de forma que promete al menos una segunda parte, pero está muy bien ambientada; aunque no es ni la mitad de buena que Forastera de Diana Gabaldón, al menos podemos reconocer el escenario que nos pinta 😉

El abuelo que saltó por la ventana y se largó, de Jonas Jonasson tiene un sentido del humor totalmente absurdo en ocasiones, que a mi me hizo reir a carcajadas en muchos momentos porque es mi favorito. El maravilloso protagonista centenario, su relación con el hermano tonto de Einstein, con la fabricación de la bomba atómica, o la muerte de Stalin, y el resto de hilarantes personajes hacen que merezca mucho la pena darse este paseo por el Mundo Actual.

El juego de Ripper, de Isabel Allende. Aunque se define como novela policíaca a me pareció un libro juvenil mucho más del estilo de La ciudad y las bestias, y desde luego con nada en común con Paula o La casa de los espíritus, que son mis dos novelas favoritas de la autora. A pesar de que no encontré muy creíbles los personajes que pinta ni las relaciones que describe entre ellos, y no la catalogo como una gran novela, creo que se deja leer bien.

Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith, es sencillamente precioso, un libro que hay que leer. La historia de Francie Nolan, grandísima lectora desde su más tierna infancia, que en los años 20 del siglo XX vive en Brooklyn con un padre alcohólico al que adora, una madre que se desloma a trabajar fregando suelos para que puedan tener algo de comida en la mesa, y un hermano un año más pequeño que es su cómplice y apoyo. Las tías, vecinos, novios, amigos… ayudan a dibujar magistralmente el paisaje de una parte de la sociedad americana, la más humilde, durante las primeras décadas del siglo pasado.

El valle del asombro de Amy Tan cuenta la vida de Violeta, la hija mestiza de una norteamericana que regenta una casa de cortesanas en Shangai. Comienza con la infancia de la protagonista a principios del siglo XX y llega hasta los años 50 del pasado siglo con multitud de personajes y varios escenarios tanto en China como en Estados Unidos. Es entretenida y encontré interesante y diferente la descripción de la vida de las cortesanas, las jerarquías, las expectativas y los diferentes finales hacia los que podía evolucionar su vida.

Reir al viento, de Sandra Barneda. Aunque a ratos se me hizo larga, me gustó. Alex, a los 43 años decide romper con su marido y  pone tierra de por medio para convencerse y convencerlo a él de que el futuro por separado será lo mejor para los dos. Siguiendo los consejos de un amigo se va a Bali y allí conoce a personas diferentes que la ayudan a verse a sí misma con otros ojos y a replantearse su actitud ante la vida. Al mismo tiempo es una novela policíaca en la que no falta un inspector desaliñado y aparentemente duro y un asesino en serie que ataca a los jóvenes surferos.

Estoy con Leif Garret en el dormitorio de mi hermana de Ignacio Elguero. Teresa, de 50 años, recuerda su vida mediante distintos flash-back, a ratos sentada junto a su madre octogenaria. Sin ser un gran libro, es un libro que a mi me cuadra perfectamente porque reconozco todas las canciones (Demis Roussos, What’s in a kiss o Stay…) que ella escuchaba o bailaba, los pollitos de colores y las manzanas de azúcar en su infancia, las primeras fiestas con chicos en casa de amigos (que ya no eran guateques porque los guateques eran de una época anterior), los videos Beta o VHS, las primeras teles en color, a Marcus Welby Doctor en Medicina o Los ángeles de Charlie, y hasta los dos rombos… No lo he terminado, pero eso, aunque no es un gran libro, me está gustando 😉